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Naufragio en el Mar Rojo

Hace unos días se hundía en la punta del Sinaí, en el Mar Rojo, un barco de charter dedicado al buceo, con 12 Españoles a bordo, dos de los cuales han desaparecido… Es claro que las condiciones de seguridad de estos barcos de charter nada tienen que ver con las que se exigen en países Europeos.

El barco navegaba algo escorado debido al aparente desequilibrio de algún depósito de agua. El naufragio no habría tenido mayores consecuencias durante el día. Lo malo es que ocurrió a las cuatro y media de la madrugada cuando toda la tripulación dormía. Por ello algunos no oyeron la voz de alarma. Israel Pérez y su mujer Maria Lourdes González, de 33 años, se hundieron en las aguas egipcias del mar Rojo en el barco en el que viajaban sin conseguir salir del barco. 

"No vamos a salir de aquí, lo veo muy negro", dijo Israel a Luis Miró cuando el agua comenzó entrar a presión dentro del barco, que se encontraba ya totalmente escorado y semihundido.

Las luces se habían apagado, y entonces Luis encendió una linterna y, enfocando a las dos ventanas por donde cada vez entraba más agua, le dijo a Israel "¡Por aquí!", y se impulsó para salir por los vanos, ya totalmente hundida la embarcación. Después, un último esfuerzo para no quedarse atascado y nadar hasta la superficie.

"No sé qué pasó después, no sé si Israel pensó en María", que se había quedado en el camarote, dijo Luis. "Pero no salió, se quedaron en el barco", agregó al recordar con pesar la escena. Israel se quedó en la sala que Luis Miró acababa de abandonar, y
Maria Lourdes en su camarote, donde momentos antes Israel le había dicho que esperara, que se quedara tranquila, que iba a ver lo que pasaba.

Instantes después, el Coral Princess, de 28 metros de eslora y casco de acero, se hundía en el Mar Rojo a unos 1.000 metros de profundidad y a cinco kilómetros de la costa, cerca de la ciudad turística egipcia de Sharm el Sheik.

Oficialmente, esta pareja de 33 años está dada por desaparecida y sus cuerpos aún no han sido hallados. Luis fue el último que salió del barco, y justo antes que él lo habían hecho
Alberto Alcalá y su hija Sara, de 18 años.

"Nos salvamos por unos segundos", asegura
Alberto Alcalá mirando a su hija, que apenas puede contener las lágrimas, al igual que el resto de supervivientes, que se emocionan rememorando las escenas. En total, el grupo estaba formado por 12 valencianos de Jávea, un bilbaíno residente en Madrid y dos catalanes.

"¿Has visto Titanic?", pregunta Gorka Rotaeche, con gestos cargados de tensión. "Fue igual".

"Son unos incompetentes hijos de puta", sentencia
Alberto, refiriéndose al capitán y a la tripulación del barco. "Se han ahogado dos, pero podríamos haber sido todos", añade.  

"El barco se escoró y comenzó a hundirse, después se levantó la proa y luego se hundió de repente", cuenta acompañando sus palabras con los gestos explicativos y nerviosos de sus manos. En el agua, se subieron a la zodiac que ellos mismos habían echado al agua, ya que, como aseguran, los marineros del barco estaban bloqueados por el pánico y no fueron capaces de hacer nada.

"El capitán fue el primero que saltó al agua, no nos dio la alerta cuando el barco empezó a hundirse ni dio la señal de emergencia a los guardacostas", aseguran.

Todos están de acuerdo en que Antonio García y Jorge Sánchez, los más experimentado buceadores del grupo, fueron quienes tomaron la iniciativa. "Todo ha sido gracias a que el buceo te ayuda a controlar, a estar tranquilo en las situaciones de peligro", dice Gorka.

"Nos salvamos por unos segundos", asegura
Alberto Alcalá mirando a su hija, que apenas puede contener las lágrimas. Antonio y Jorge cuentan que los problemas empezaron el mismo día que comenzó la excursión, la madrugada del domingo 15, cuando embarcaron. Desde el principio se dieron cuenta de que el capitán no tenía soltura y de que el barco estaba un poco escorado.  Se quejaron, dice Antonio García, pero el capitán aseguró que era porque tenían un tanque de agua lleno y otro vacío. Así pasaron los tres primeros días.

La noche del miércoles al jueves, con el barco más escorado, volvieron a puerto para arreglar un generador y proveerse de 'nitrox', oxígeno con el que muchos de ellos bucean. Para Israel y
Maria Lourdes serían las últimas horas en tierra. A a las cuatro de la mañana el barco se puso en marcha, y a las cuatro y media comenzaron a salir a cubierta los primeros pasajeros cuando el agua empezó a entrar por el lavabo del baño de los camarotes.

"Avisé a los marineros de que entraba agua, pero no hicieron nada, pensaba que no era grave". Después todo ocurrió muy rápido. Unos despertaron a otros, algunos, como Luis Miró, abrieron los ojos cuando el agua le llegaba al colchón y otros como
Alberto Alcalá se sobresaltaron por el ruido de los cubiertos y los cacharros al caerse.  

Nadie sabía muy bien lo que ocurría pero iban saliendo a la borda y tirándose al agua, sin chalecos salvavidas, porque no había.
 
Una vez en el agua y hundido el barco, lograron subirse al bote salvavidas como pudieron, entre vómitos, frío y miedo, y junto a los marineros y al capitán del barco. Todavía pasaría un largo rato hasta que una zodiac de rescate los encontrara y, junto a otro barco de buceo que vino en su ayuda, fueran transportados hasta la costa. De ellos, uno de los pasajeros, tenía hipotermia, y el resto apenas llevaba ropa. Uno, incluso, iba desnudo.

 

Algunas Reflexiones

 

El mar es siempre peligroso y por mucho que estemos de vacaciones y en un barco de buceo con jackets y trajes de buceo, que por cierto, son el mejor traje de supervivencia, no debemos bajar la guardia y dejar de tener presente que los barcos se pueden hundir.

El tema de la escora es admisible pero sólo hasta cierto punto. Hemos viajado en algunos de estos barcos, y cuando están en puerto llenan a tope uno de los depósitos de agua dulce para ahorrar gasoil en desalación. Pero lo que no parece que se hiciera es abrir la válvula que comunica el segundo depósito de la otra banda y que reequilibra la escora al cabo de poco tiempo, al pasarse la mitad del volumen cargado a un segundo depósito simétrico en la otra banda. Si la escora continúa y existe algún problema en alguna de las válvulas de salidas de aguas grises, la escora excesiva puede llegar a crear una vía de agua imprevista que no haría más que aumentar la escora al embarcar agua en las sentinas y en la zona de popa que es donde están los motores.

Sabemos por experiencia en este tipo de viajes, que los marineros no son generalmente hombres de mar y no tienen demasiada idea de barcos. De modo que es posible que no supieran valorar a tiempo la gravedad del asunto. Ésta es la mayor de todas las imprudencias que ha conducido a la tragedia. Los marineros estaban despiertos, pues tras reparar el generador el barco se hizo a la mar para navegar hasta un punto de inmersión de buceo previsto para la mañana del día siguiente. Podrían, y debían haber avisado a todo el mundo, y posiblemente no lo hicieron para no alertar a los invitados y evitar posibles reclamaciones, pensando que podrían solventar el problema sin más consecuencias.

El hecho de que se cambiara un generador y se cargaran depósitos de agua dulce en puerto y que al cabo de sólo media hora el barco se hundiera, apunta o bien a la escora excesiva o a un sistema de toma de agua de refrigeración para el generador mal arreglado durante la reparación del generador, como causas del siniestro.

Al inundarse de agua la zona de motores que es donde están las baterías y generadores, todo el sistema eléctrico se vino abajo, y como era de noche los pasajeros no advirtieron nada extraño, pues dormían.

Es totalmente inadmisible que el capitán y los marineros no fueran a avisar a todo el mundo, pues esto se efectúa en escasos segundos. En un barco de estas características los camarotes se encuentran muy cerca unos otros, a ambos lados de un único pasillo en el eje de crujía de no más de 10 ó 15 metros de longitud. La acción se efectúa en menos de un minuto, pues el barco debía tener unos 4 camarotes a cada banda. Durante las inmersiones de madrugaba normalmente los “Dive masters” avisan dando golpes a las puertas en una operación que apenas lleva 30 ó 40 segundos para todo el barco.

Una vez que el barco toma el asiento apopado debido a la inundación de la sala de motores, toda la popa queda hundida lo cual bloquea la salida y desencadena la tragedia. La popa traga más agua, y la proa actúa como una burbuja que encierra el aire tal y como describen los superviventes.

 



 

  

 


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