Las Islas Columbretes
En días de muy buena visibilidad,
y estando en la cumbre más alta de la Comunidad de Valencia, el
pico de Peñagolosa con más de 1.800 metros de altura, es posible
divisar allá en el horizonte unas pequeñas islas engañosamente
cercanas, frente a la desembocadura del río Mijares.
El archipiélago de las Columbretes está formado por 4
grupos de islotes. Alejados unas 30 millas mar adentro.
Su tierra firme más cercana es el cabo de Oropesa desde el cual
tenemos unas 6 horas de navegación a vela para alcanzar la más
importante de ellas; La Columbrete grande, conocida por los
pescadores como la ‘Grosa’ con forma de cráter semi-sumergido
que demuestra su origen volcánico. En general son acantilados inaccesibles que carecen de
agua potable y ocupan una extensión de unas 4 millas de norte a
sur.
En lo más
alto y a 68 metros sobre el mar se alza el faro de Punta Bonilla
construido en 1855 y con varias casas a su alrededor, que
servían para alojar a las antiguas familias de fareros y
actualmente utilizadas por los 3 guardas que vigilan tan
interesante entorno ahora con la consideración de parque
natural, por lo que se hace necesario solicitar un permiso tanto
para su visita como para poder realizar inmersiones de buceo .
Estas se pueden solicitar a la Generalitat valenciana;
Autorización de la Conselleria de Agricultura y Medio Ambiente
de la Generalitat Valenciana y la Subdirecció Territorial de
Medi Ambient (96 420 42 11),
Castellón
(96 422 57 00); Se recomienda llamar también al Centro de
Interpretación de la Reserva Natural (96 428
89 12).
Aunque la
navegación por sus aguas es libre, hay que respetar una serie de
normas y prohibiciones: no se permite anclar a menos de media
milla de los islotes y se recomienda utilizar las boyas dotadas
de trenes de fondeo preparadas para el amarre de barcos de hasta
25 metros de eslora. El cupo de visitas diarias durante el
verano es de 80 personas, y existe un servicio de guías
gratuitos que realizan un pequeño recorrido explicativo por la
isla de unos 45 minutos.
El Pescante
es el lugar abordable más cómodo cuando soplan vientos terrales
y se haya en el puerto natural llamado Tofiño, En el otro
extremo de la isla también se puede desembarcar en un lugar
conocido como Rossí y más al sur el de Escala de España. En el
extremo del brazo sur de la Grosa se encuentra un antiguo
cementerio que nos habla de las durísimas condiciones que
debieron tener hace un siglo la vida de los fareros que
trabajaban dos meses seguidos para descansar un mes en tierra.
Los demás
islotes son farallones con distintas formas y acantilados que se
levantan más de 30 metros sobre la mar. Algunos de ellos como el Caralot fueron utilizados
años atrás como blanco por navíos de la Armada e incluso aviones
para realizar prácticas de tiro, costumbre afortunadamente
prohibida en la actualidad para bien de las ricas colonias de
aves marinas que anidan en estas zonas.
En ellas se
ocultaban los moros para lanzar repetidos ataque y actos de
piratería a la península y hasta fechas muy recientes sirvió de
refugio de contrabandistas y malhechores.
Actualmente
su fauna bastante pobre está formada por poblaciones muy
importantes de escorpiones, lagartijas y algunos conejos
introducidos por los fareros. No así la fauna de aves que está
formada por especies migratorias que utilizan las islas como
lugar de tránsito y descanso, así como otras como la gaviota de
Adouín única en el mediterráneo, el halcón de Eleonor o las
gaviotas argénteas.
En la antigüedad
estaban plagadas de víboras como ya citaban historiadores tan
clásicos como Plinio o Estrabón. Los Griegos las llamaron
Serpentarias y posteriormente Columbrarias de donde seguramente
proceda su actual nombre. Durante la construcción del faro se
llegaron a cazar más de dos mil ejemplares de víbora hocicuda
por los que se provocaron quemas repetidas hasta acabar
totalmente con ellas y desgraciadamente también con la
exuberante vegetación que los historiadores de antaño nos
relatan.
Por lo que respecta a los fondos marinos de estos islotes, la
gran diversidad de los sustratos y el interesante relieve
submarino, junto con su alejamiento de la costa, han convertido
el entorno marino de las Columbretes, en verdaderos núcleos de
vida donde se conservan especies ya desaparecidas en otros
lugares. El coral rojo es un ejemplo entre otros.
Entre
islotes se forman canales muy agradables de recorrer con la neumática
pero que nos avisan de las condiciones de potencial peligro en
que pueden convertirse en caso de mala mar.
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